Helados de barrio. Este empresario tiene en el Zaidín una heladería familiar que reparte por todo el Área Metropolitana y los miércoles por los pueblos del Poniente
Las tomateras alfombran el Llano de Zafarraya mientras por la carretera circula una camioneta refrigerada con la radio a todo trapo y el conductor, Fran, tararea cualquiera de las canciones. Lleva en las tripas de la furgo una carga dulce y helada que sus clientes –particulares–de todo el Poniente le han encargado. Hoy es miércoles y es día de reparto de esos helados suculentos, untuosos, artesanos, que nacen en el Camino Bajo de Huétor de la capital granadina y hacen las delicias de vecinos de localidades como Jayena, Játar, Alhama, Zafarraya, Ventas de Zafarraya, Loja o Salar. También llega a Huétor Tájar y demás localidades del Poniente, y día a día reparte a cerca de una treintena de pueblos del Área Metropolitana de Granada. Son clientes fijos, de los que piden sus helados cada semana.
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La fórmula del éxito es bastante sencilla, aunque no está pensada para cualquier persona. Combina ingredientes naturales como madrugar a las seis de la mañana a diario, recorrer kilómetros y kilómetros siempre con una sonrisa, contestar los mensajes de Whatsapp, Instagram o Facebook y cumplir todas las normas higiénicas y sanitarias, las del oficio y las del coronavirus. Además, los helados tienen que estar rebuenos. Y lo están.
Este miércoles la furgoneta va cargada con doscientos litros de sus helados. «El ‘kinder bueno’ arrasa entre los veintimuchos sabores que fabricamos. Es que la gente se vuelve loca con todo lo que suena a ‘chuches’», explica Fran Sánchez Reina.
La ruta dulce del Poniente de esta jornada pasará por La Malahá, Alhama, Zafarraya, Huétor Tájar y Loja. Unos pueblos del Poniente donde es conocido como ‘Fran el de los helados’. Aunque no es el primero. Es ya la tercera generación ‘de el de los helados’. Su abuelo ya empezó con el negocio heladero. Es ‘Alejandro el de los helados’, en Alhama de Granada, fundador de la dinastía heladera.
Con nombre propio
«Pero no me viene de ahí, de la familia, esto de los helados», explica Fran. «Estudié formación profesional en audiovisuales. Hice prácticas, pero no encontré hueco para desarrollar la profesión» Así que, como la fuerza del destino, le surgió la oportunidad de trabajar en una fábrica de helados industrial en Granada. Allí estuvo cinco años de encargado y también aprovechó para formarse en la escuela de la Asociación Nacional de Heladeros Artesanos en Alicante. Y allí descubrió un nombre propio, el de Angelo Corvitto, quien con su libro ‘Los secretos del helado’, reveló las fórmulas del sabor.
«Cuando era el encargado de la fábrica de helados donde trabajaba las recetas me las daban en un papelito. Mezclaba los ingredientes con las cantidades indicadas y luego tenía que triturar cada papelito. También me hacían meter las bolsas de los ingredientes dentro de otra bolsa y luego dentro de una tercera para que nadie encontrara nada si les daba por rebuscar en la basura». Todo un poco paranoico hasta que AngeloCorvitto reveló todos los secretos del helado.
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Ahora Fran hace helados en el obrador y su hermana Carmen los vende en la pequeña heladería de la calle Poeta Gracián del Zaidín. Cuentan con dos empleadas más, una en tienda y otra en el obrador, más los repartidores, que no paran. «Todo empezó el 18 de abril, cuando con la pandemia la Junta nos permitió volver a vender helado. La gente del barrio y de los pueblos no dejaba de comprarnos. Llegamos a trabajar siete personas. Trabajaba 18 horas al día. Ahora estoy contento, tenemos trabajo y la gente sonríe cuando nos ve llegar con su pedido». Es la ‘dolce vita’ de Fran, Carmen y sus trabajadores.
Fuente: www.ideal.es