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La Junta reagrupará a los centros educativos de Fornes, Játar y Arenas en uno sólo.

22 diciembre, 2019

Tras conocerse que esta será su última Navidad como centro, el CEIP de Fornes reúne pinos hechos por colectivos y otras escuelas para poner en valor los colegios rurales.

Texto e imagenes: Noelia Jiménez García (ideal.es)

El colegio de Fornes vive esta Navidad con cierto pesar; si las previsiones de la Delegación de Educación de la Junta se cumplen, este será el último curso como tal de este CEIP rural. Y su última navidad. La intención de la administración autonómica es reagrupar a los centros educativos de Fornes, Játar y Arenas en uno sólo, con lo que, aunque los niños sigan recibiendo clase en el mismo edificio escolar, «la identidad del centro como tal se pierde», explica Lidia Díaz, directora del colegio de La Inmaculada durante la última década.

En vista del éxito que tuvo hace tres años su proyecto navideño, que logró reunir un millar de manos de diversas personalidades, el colegio forneño ha vuelto a lanzar un reto colaborativo. En este caso, están creando un gran pinar hecho de los buenos deseos de empresas, instituciones, partidos, colegios… que están mandado su pino de papel para mostrar apoyo a la que probablemente será la última iniciativa colaborativa de un centro educativo conocido por sus «buenos resultados académicos», destacan desde el equipo docente, formado por cuatro profesionales y otros especialistas compartidos. «Queremos hacernos ver por última vez, porque en realidad cuando nos transformen no seremos nunca más el CEIP La Inmaculada», insiste la directora, que ha optado por ejercer en un colegio rural aún teniendo su plaza cerca de casa, en Granada.

Con la unificación de centros, los niños seguirán recibiendo clase en Fornes pero los docentes tendrán que impartir clase de forma itinerante. «Ellos dicen que los niños no van a perder, pero el centro es bilingüe y no sabemos qué ocurrirá con ese servicio que ahora sí tienen», explican. Los 18 alumnos -de infantil a 6ª de Primaria- que hay en el colegio tienen un auxiliar de conversación que trabaja doce horas en el centro, pero el próximo curso no saben si se perderá el bilingüismo o si esa profesional tendrá que trabajar en los tres centros con menos horas en cada uno.

Por eso, en un tiempo récord -tres días- los niños se pusieron a trabajar para pedir esos árboles de deseos a más de 50 empresas, instituciones, federaciones deportivas… Cada uno ha recibido un pino de regalo -hecho por los escolares- y otro vacío, para que lo rellenen con sus deseos y se lo hagan llegar. Y, pese al colapso que vive estos días correos, han llegado muchos de esos árboles tal y como se puede ver en el salón de actos del centro, cuyas paredes ya muestran parte de ese enorme pinar de buenas vibraciones. «Tendremos que completarlo tras la Navidad, porque están tardando en llegar algunas cartas», pronostican. Los alumnos quieren ver esos pinos hechos por otros niños como ellos. Y colgado junto a otros muchos ya está también el de Ideal. La carta la abren ellos y la ilusión es máxima cuando descubren qué pino les han mandado. «Mira seño. Este es el mejor deseo: Que vuestro cole se haga grande», dice un pequeño colgando su árbol en este enorme pinar de esperanza. Porque eso es lo que necesitan para que no les incluyan en esta reorganización. Que dejen crecer a su ‘cole’.

«Que sepan que existimos»

Ainara, de 9 años, ha mandado tres cartas y entre los pinos recibidos está el de Lucía, que fue su maestra mucho tiempo. «Me dice que pase una feliz navidad y que se cumplan todos los deseos que nos manden». Ella, como sus compañeros, quiere que su escuela sea conocida y que no desaparezca. «Nosotras nos vamos, pero con más tristeza». Lo dicen Mónica, Lucía y Diana, que comienzan primero de la ESO y saben lo que va a pasar. «Me da pena, porque se van a ir algunos profesores. No puedo elegir mi preferido; a todos los quiero mucho», comenta con los ojos vidriosos Nazaret. Junto a ella, están Alba y Nazan, que llevan solo tres meses en La Inmaculada pero ya prefieren este centro a cualquier gran colegio de una ciudad. «En Alhendín había muchos niños y no escuchaba casi. Aquí estamos sólo 7 en mi clase», cuenta Nazan.

Según la alcaldesa, Ana Belén Fernández, «con estas medidas que se están llevando a cabo se están cargando el medio rural». Ella se ha formado en esta escuela y ahora es presidenta de la AMPA. Cree que «es un centro ideal, con pequeños grupos organizados por ciclos, donde el docente puede permitirse enseñar de la mejor forma». Pero la despoblación, como en otros pueblos, ha hecho mella en Fornes y el colegio ha ido decreciendo. Hace una década había unos 70 alumnos, cuando aún incluía a primero y segundo de la ESO. «Y a partir de ahí las matrículas empezaron a decaer. Hubo familias que decidieron darle una estabilidad a sus hijos y trasladaron su domicilio a Granada para evitar que tuvieran que irse a un instituto de otro pueblo», comenta la directora, que espera que con ese pinar colaborativo se haga más visible que nunca el valor educativo de los centros pequeños, con carreteras poco accesibles y en pleno medio rural.

Todo lo que tienen estos niños e incluso sus familias es lo que se hace en el ‘cole’. «Excursiones, teatro… Todo lo del centro repercute en el pueblo», dice la alcaldesa, que se refiere a la contradicción que vive ahora esta localidad de algo más de 500 habitantes. Van a perder su escuela al año y pico de segregarse de Arenas del Rey. «Con nuestro pinar de deseos queremos que sepan que existimos. Hay que luchar por los colegios rurales», afirman de un tipo de centros que permiten individualizar la educación, eso que precisamente contempla la LOMCE en algunos de sus artículos.

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