Játar, Granada — En el silencioso corazón del Cortijo de El Purgatorio, se esconde un tesoro que guarda las memorias de generaciones: el estanque del Purgatorio. Este apacible rincón, más que un simple depósito de agua para regadío, es un santuario de recuerdos y emociones, un testigo mudo de incontables historias de amor, amistad y juventud
El refugio del verano
Durante los abrasadores veranos de los años ochenta y noventa sobre todo, el estanque del Purgatorio se convertía en un oasis de frescura y diversión. Situado a solo un kilómetro del pueblo y rodeado por la naturaleza, sus aguas, en ocasiones verdosas, eran el refugio perfecto para la juventud de Játar. «El calor se hacía más llevadero aquí,» recuerda una vecina de toda la vida. «Nos sumergíamos en sus aguas y el tiempo parecía detenerse.»
Historias de juventud
Bajo la sombra protectora de una encina milenaria, conocida cariñosamente como la «chaparra», se tejieron historias inolvidables. Los jóvenes del pueblo llevaban sus radios casete, los famosos «loros», y creaban improvisados salones de baile junto al estanque. «Era nuestro lugar de encuentro,» comenta otro habitante de Játar. «Oíamos música, hablábamos, nos reíamos… y compartíamos sueños bajo las estrellas.»
La encina milenaria (la chaparra): el árbol de las aventuras
La encina milenaria que se alza junto al estanque no solo ofrecía una sombra refrescante, sino que también se convertía en un centro de aventuras para los jóvenes más atrevidos. Sus grandes y robustas ramas eran perfectas para trepar y ofrecer una vista panorámica del estanque y los alrededores. «Nos subíamos a la encina y desde allí observábamos todo,» comenta un habitante con nostalgia. «Era como nuestro puesto de vigilancia y, para algunos, el trampolín perfecto.»
Algunos de los más valientes no se conformaban solo con trepar la encina; se lanzaban en un salto conocido como «chuzo» desde las ramas más altas directamente al agua. «Era todo un espectáculo,» recuerda otro residente. «Ver a los chicos tirarse desde la encina era impresionante. Había que ser muy valiente para hacerlo.»
Encuentros y reencuentros
El estanque también fue un punto de encuentro para los veraneantes que llegaban de diversas partes de España, especialmente de Barcelona, conocidos como la «marcha verde». Niños, chavales y grandes se reunían aquí, creando un mosaico de acentos y risas que llenaban el aire. «Cada verano volvíamos a Játar y el estanque era nuestro rincón mágico,» dice un antiguo visitante. «Allí se forjaron amistades y se vivieron amores de verano.»
Ecos de ayer
Hoy, el estanque del Purgatorio sigue siendo un lugar cargado de nostalgia. Aunque el bullicio de aquellos veranos ha quedado atrás, las aguas del estanque aún susurran las historias de tiempos pasados. «Cada vez que lo visito, siento que el pasado revive,» confiesa un habitante que aún frecuenta el lugar. «Es como si las risas y las voces aún resonaran en el aire.»
Un legado vivo
El estanque del Purgatorio es más que un lugar; es un legado de recuerdos. Ha sido testigo de la vida del pueblo, de la juventud y de la amistad. «Este estanque siempre tendrá un lugar especial en nuestros corazones,» afirma una visitante habitual. «Es el alma de nuestros veranos pasados, un rincón donde siempre seremos jóvenes.»
Para aquellos que no lo conocen, visitar el estanque del Purgatorio es una oportunidad para conectar con la esencia de Játar. Es un viaje en el tiempo, una ventana a un pasado lleno de vida y alegría. «Aquí, cada piedra y cada gota de agua cuentan una historia,» concluye otra residente nostálgica. «Es un lugar donde los recuerdos nunca mueren.» Este estanque, sereno y silencioso, sigue siendo un símbolo de lo que fue y lo que siempre será: un refugio de recuerdos, un santuario de juventud y amor.