Mañana, 18 de agosto, se cumplen 87 años del asesinato de Federico García Lorca, una figura central de la literatura española. Este aniversario es un momento clave para reflexionar no solo sobre la vida y obra del poeta, sino también sobre aquellos que mantuvieron viva su memoria en tiempos difíciles. Entre estas personas destaca María Trescastro, nacida en Játar, quien, junto a su esposo Evaristo Correal, fue la última casera de la Huerta de San Vicente, el último hogar del poeta en Granada.
En 1965, la familia García Lorca, tras su regreso del exilio, confió el cuidado de la Huerta a la pareja Correal Trescastro. Durante este periodo, la finca no solo fue un refugio familiar, sino que también se transformó en un símbolo de resistencia cultural y memoria histórica. La relación entre la familia García Lorca y los Correal Trescastro fue entrañable y fraternal, lo que permitió que la Huerta se mantuviera como un espacio de complicidad y protección.
María Trescastro desempeñó un papel fundamental en la conservación de la Huerta de San Vicente. La finca, adquirida por el padre de Federico en 1925, se convirtió con el tiempo en un lugar de peregrinación para aquellos que querían conocer más sobre la vida del poeta. Bajo el cuidado de María, la Huerta fue preservada a pesar de las presiones urbanísticas que amenazaban con destruirla. En 1980, la Huerta fue declarada monumento histórico-artístico, y en 1985 pasó a ser propiedad municipal, garantizando su preservación para las futuras generaciones.
Durante los años en que María y Evaristo estuvieron al frente de la Huerta, se enfrentaron a desafíos significativos, como la construcción de una autovía de circunvalación a pocos metros de la casa, lo que generó gran polémica. A pesar de esto, la dedicación de la pareja aseguró que la Huerta permaneciera intacta y que continuara siendo un lugar de memoria y cultura.
Este aniversario nos recuerda no solo la importancia de Federico García Lorca, sino también el valor de aquellos que, como María Trescastro, dedicaron sus vidas a preservar su legado. Su conexión con Játar añade una dimensión especial a esta historia, subrayando cómo, desde un pequeño pueblo, se puede contribuir de manera significativa a la preservación de la memoria cultural.
En este contexto, Játar puede sentirse orgulloso de haber sido el hogar de una mujer cuya labor fue esencial para mantener vivo el recuerdo de uno de los poetas más importantes de la historia de España. El legado de Lorca sigue vivo gracias a la dedicación y el amor de personas como María Trescastro, cuya historia merece ser contada y recordada en este 87º aniversario de la muerte del poeta.