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Cuarenta habitaciones de historia: el museo personal de Juan Miguel Larios en Alhama de Granada

5 septiembre, 2024
Fachada de la Calle Salmerones 3 de Alhama de Granada donde se encuentra el museo de Juan Miguel Larios
Juan Miguel Larios, antiguo profesor, ha dedicado su vida a reunir una colección única que abarca desde el siglo XIV hasta hoy, llenando su casa en Alhama de Granada con miles de tesoros históricos.

Para pasar por la majestuosa puerta principal hay que elevar la pierna al menos medio metro. Juan Miguel Larios, el dueño de esta casa convertida en museo, lo hace con aparente facilidad a pesar de que las piernas le pidan a gritos un pequeño descanso. Maneja su edad con soltura aunque los años, en algún que otro momento, le pesan a montones. Para él, volver a su casa de Alhama de Granada ya se ha convertido en un «gran esfuerzo», pero poder contemplar la colección que ha creado durante toda su vida le devuelve la ilusión con la que creó su extraordinario proyecto.

«La compré en 2013 para instalar aquí mi colección», declara mientras señala su fachada ubicada al comienzo de la calle Salmerones. Cuarenta habitaciones, tres patios, tres cuadras, una bodega y dos bibliotecas «que se han quedado chicas» no son suficientes para guardar la enorme recopilación de objetos que hay en el interior. Cuadros, libros, jarrones, figuras, crucifijos y miles de reliquias ocupan todos los rincones de la casa. No queda un hueco libre.

Juan Larios, en una de las estancias de la casa que tiene en Alhama. L. M.

«Este arcón es del siglo XVIII», explica Juan mientras muestra todo lo que hay justo al entrar en la casa. Tras pasar la sala de entrada, parece dirigirse de cabeza a un sillón que hay en el primer patio interior, pues explicar su interminable colección puede llevarle horas. Esquiva lo que hay a su paso y desde la comodidad del asiento mira orgulloso todo lo que ha “construido”. «Aquí lo tengo todo», dice.

La luz que entra por la galería abierta del primer patio deja en evidencia las capas de polvo que llevan meses instaladas en algunos objetos, pero las plantas que reciben la mejor iluminación del día reflejan el mantenimiento del hogar. «Mi amiga Marina cuida las plantas y los gatos», explica Larios medio sonriente. La casa está bien conservada, pero para quitar el polvo que cubre cada objeto, probablemente Juan tendría que dedicar varios años de su vida.

Tras acceder a una de las bibliotecas, los libros tambalean. Todos ellos están colocados delicadamente y cualquier simple tropiezo podría hacer que cayeran como piezas de dominó. Las vitrinas repartidas por la sala soportan tesoros de hasta el siglo XIV que Larios conserva con extremada delicadeza. Pretende mantenerlos en su estado original, pero cuando el tiempo comienza a pasar factura, él se dedica a restaurarlos. «Así se conservan mejor, pero siempre intento respetar lo máximo posible lo original», añade.

Confiesa que compró la primera casa que visitó y que quedó enamorado de sus escaleras. «La compré en Alhama en honor a mis antepasados», explica.

Los cuadros y figuras que se reparten en las paredes a su subida observan atentamente cada paso que alza Juan. Si se contempla detenidamente la cúpula, queda más que claro que los motivos de su enamoramiento son consistentes. Los colores brillan a pesar de sus tonos apagados y observar cada pincelada de pintura llega a ser hipnótico.

Su primera adquisición

La planta superior no está menos repleta que la baja. La baranda de madera que rodea el ojo de patio –techado por encargo de Larios– es lo único que queda exento de sostener reliquias. Algunas han sido compradas en los lugares más aleatorios del mundo y en circunstancias que rozan lo surrealista, otras han sido donadas y las restantes son regalos de la gente. Para almacenarlos no sigue ningún criterio exacto. «Todo tiene cabida en esta casa», dice en repetidas ocasiones.

En el “salón noble” se encuentra su primera adquisición. Fue hace demasiados años, pero aún recuerda el lugar exacto dónde la consiguió. «Es un lienzo que representa a Santa Catalina de Siena en óleo, lo compré en Córdoba», dice mientras lo señala. Frente a ella hay una pared repleta de retratos. «Tengo tres paredes en toda la casa dedicadas a Cristo», añade. Son de todos los tamaños y no duda en mencionar al autor de cada uno de ellos.

Las demás estancias de la casa guardan miles y miles de objetos más. Juan Larios ha pasado casi ocho décadas creando su infinita colección y comprar esta casa en Alhama se convirtió más que en un deseo, en una necesidad. «Todo esto no cabe en ningún otro sitio», añade. Sus pasos antes de salir de su “proyecto de vida” son lentos, pero su memoria no lleva el mismo ritmo. Veloz y sin lagunas. Cada objeto que contiene esta casa tiene una historia detrás y Juan Larios aún guarda las fuerzas necesarias para contarlas. «Si al salir hay alguien más en la puerta que no entre, que me tiro aquí todo el día, eh», bromea repleto de satisfacción antes de dar por finalizado su –casi– interminable tour.


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