
Ayer, 11 de agosto, se cumplieron 20 años desde que Játar perdió a una de sus figuras más entrañables: Ángel García Hernández.
Su fallecimiento, ocurrido en la previa de la feria de 2005, marcó para siempre la memoria colectiva del pueblo y de toda la comarca.

El alma detrás de la barra
Ángel regentaba el Bar Los Ángeles, junto a sus hermanos Pepe, Mari y Raquel.
No era un bar cualquiera: era el punto de encuentro del pueblo, un lugar donde se mezclaban historias, risas y celebraciones.
Su trabajo de camarero le apasionaba, y quienes le conocieron cuentan que parecía que no trabajaba, porque transmitía pura felicidad.
Junto a sus hermanos también fue dueño de la conocida Discoteca El Nogal, que, aunque llevaba años cerrada, se alquiló para la feria de 2005 a un vecino de Jayena.
Ángel era también un referente hostelero más allá de Játar, reconocido en la comarca y en la provincia de Málaga, además de Granada.
Le encantaba formar parte de todos los “saraos” del pueblo y tenía un especial cariño por el Carnaval, donde se disfrazaba con entusiasmo, contagiando su alegría a todos.
El día que la feria se vistió de luto
La tragedia golpeó cuando Ángel, siempre dispuesto a ayudar, subió a una farola situada en el camino de la discoteca El Nogal, que había alquilado a un vecino de Jayena para esta feria, con el propósito de cambiar la bombilla.

La prensa local relató que varios miles de personas asistieron a su funeral, llenando la iglesia y las calles.
Vecinos, amigos y conocidos llegaron de toda la comarca para despedir a un hombre que había sido mucho más que un hostelero: había sido un amigo, un confidente y un motor de vida social.
Un legado que no se olvida
Veinte años después, su sonrisa, su energía y su forma de estar en el mundo siguen presentes.
En cada café servido en el Bar Los Ángeles, en las charlas de sobremesa, en las fiestas de Carnaval y en cada anécdota compartida,
el recuerdo de Ángel sigue vivo.
Su historia es la de un hombre que hizo de la cercanía su bandera, que convirtió su trabajo en un acto de alegría y que dejó una
huella que el tiempo no podrá borrar.
