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Ana Fernández: tres décadas de entrega en la educación infantil

11 septiembre, 2024

El 10 de septiembre de 2024 marca un momento histórico para la comunidad educativa de Alhama. Mientras los estudiantes del Colegio Cervantes iniciaban el nuevo curso escolar, faltaba una figura emblemática: Ana María Fernández Benítez, quien, tras 32 años dedicados a la enseñanza infantil, se jubiló. La entrevista, realizada por Juan Cabezas y publicada en el canal de Alhama Comunicación en YouTube, refleja la profunda huella que Ana ha dejado en generaciones de niños y en sus colegas, y nos ofrece una ventana a su legado como maestra.

Por primera vez en tres décadas, Ana no formó parte de la apertura del curso, aunque admitió que en ese día especial, echó de menos el colegio. «Hoy sí lo he echado de menos», confesaba. Sin embargo, su retiro ha llegado con la satisfacción del trabajo bien hecho y con muchos recuerdos positivos. La maestra habló con cariño y nostalgia sobre sus inicios, su evolución profesional y los grandes cambios que experimentó el sistema educativo en ese tiempo.

El inicio de una trayectoria dedicada a la educación infantil

Ana comenzó su carrera en la enseñanza infantil en 1992 y se mantuvo activa durante 32 años ininterrumpidos. Además, contó que antes de instalarse definitivamente en Alhama, había trabajado un año en otro centro educativo. Sin embargo, su destino estaba ligado a Alhama, donde se estableció definitivamente, marcando un cambio profundo en la forma de impartir educación en el Colegio Cervantes.

La maestra habló sobre cómo la educación ha cambiado radicalmente en esas tres décadas. «Los niños y los padres han cambiado, pero también la forma de enseñar», comentó Ana. Recordó cómo, al principio, el enfoque pedagógico estaba centrado en el uso de libros de texto y cuadernillos, pero a lo largo del tiempo, el colegio evolucionó hacia una metodología más dinámica y creativa.

De los libros a los proyectos: una enseñanza creativa

Uno de los momentos clave de la entrevista fue cuando Ana explicó la transición de una enseñanza más tradicional, basada en el libro de texto, a una educación basada en proyectos. Ana destacó que este cambio fue posible gracias a un equipo de docentes comprometidos que, junto con ella, apostaron por esta nueva forma de enseñar. «Llegamos a formar un equipo muy compacto, muy unido, que apostó por esta metodología», señaló.

Con entusiasmo, narró cómo se empezaron a realizar proyectos participativos que involucraban a los niños de manera activa. Los pasillos del colegio se transformaban, en ocasiones llenos de dinosaurios o convertidos en una selva, gracias a la implicación tanto de los niños como de los maestros. «Nos fuimos implicando tanto, que dejamos los libros atrás y empezamos a trabajar con proyectos», recordó Ana, emocionada. La maestra subrayó que, en su opinión, este enfoque fue muy beneficioso tanto para los alumnos como para los docentes.

Una de las características más innovadoras del trabajo de Ana fue su capacidad para involucrar a todos los niveles de educación infantil. Las aulas funcionaban como una comunidad, donde no había una estricta separación entre los grupos de alumnos, sino que se fomentaba el trabajo colaborativo entre las clases. «A veces no sabía si el niño era mío o de otra clase, porque trabajábamos todos juntos», señaló, demostrando la fuerte cohesión entre maestros y estudiantes.

El salto a las nuevas tecnologías: de la tiza a lo digital

Ana también vivió uno de los cambios más profundos en la historia de la educación: la introducción de las nuevas tecnologías en las aulas. Durante sus primeros años como maestra, se utilizaba la pizarra de tiza, pero con el tiempo, la tecnología fue transformando el panorama educativo. Ana se mostró entusiasta con este cambio y, de hecho, fue una de las docentes pioneras en adoptar herramientas digitales.

«Siempre me ha gustado mucho trabajar con el ordenador. Desde el principio, me pareció una forma interesante de involucrar a los niños», explicó. Recordó cómo, al principio, empezó a utilizar su propio ordenador personal en el aula y cómo los niños interactuaban con el teclado y la pantalla para realizar actividades educativas. «Teníamos un teclado de colores y escribíamos correos al ‘Mago de las Estrellas’, algo que a los niños les encantaba», añadió, haciendo referencia a un proyecto interactivo que desarrollaron en su clase.

Con la llegada de la pizarra digital interactiva (PDI), Ana implementó actividades que permitían a los niños trabajar de manera más activa con la tecnología. La maestra siempre estuvo a la vanguardia de las nuevas herramientas, utilizándolas no solo para impartir conocimientos, sino también para hacer el proceso de aprendizaje más atractivo y dinámico.

Una educación basada en la participación activa de los alumnos

Ana no solo introdujo las tecnologías, sino que fue una defensora de la educación participativa. En lugar de imponer un conocimiento preestablecido, animaba a sus alumnos a ser ellos quienes investigaran y descubrieran el conocimiento por sí mismos. «Siempre les decía que si no sabíamos algo, lo buscaríamos juntos», comentó. Su enfoque hacía que los alumnos sintieran que formaban parte de su propio proceso de aprendizaje, lo que, según Ana, hacía que los niños se sintieran más motivados y comprometidos.

Otro aspecto crucial de su metodología fue la participación de los padres en el proceso educativo. Al final de cada proyecto, se organizaban talleres con los padres y, como colofón, se celebraba una fiesta en la que los niños presentaban lo que habían aprendido. «Era una experiencia completa, que no solo unía a los alumnos, sino también a sus familias», subrayó Ana.

El valor de la vocación en la enseñanza

Uno de los mensajes más potentes de la entrevista fue cuando Ana habló sobre la importancia de la vocación en la enseñanza. «Lo más importante es tener vocación y ganas de trabajar», afirmó. Para ella, la pasión por su trabajo fue el motor que la impulsó durante todos estos años. «Cuando tienes vocación, no sientes que estás trabajando, sino que te estás divirtiendo», señaló, destacando que su disfrute en el aula era compartido por sus alumnos, quienes participaban activamente en las actividades.

A lo largo de su carrera, Ana tuvo la oportunidad de trabajar con muchos compañeros comprometidos, lo que, según ella, fue clave para el éxito de su metodología. «He tenido la suerte de coincidir con personas muy competentes y con ganas de hacer las cosas bien», señaló.

Una jubilación activa: nuevos proyectos en el horizonte

A pesar de estar retirada, Ana no planea abandonar por completo el mundo de la enseñanza. Durante la entrevista, confesó que tiene en mente varios proyectos para ayudar a futuros maestros a implementar el enfoque basado en proyectos. «No sé aún cómo lo haré, pero me gustaría compartir mi experiencia para que otros docentes puedan aplicar esta metodología», explicó.

Además, Ana planea dedicar más tiempo a sus nietos y a actividades personales que siempre ha querido retomar, como aprender a tocar la guitarra. También se ha marcado el objetivo de mantenerse activa a través del deporte, algo que tenía en mente desde hace tiempo.

Sin embargo, lo que está claro es que Ana nunca se alejará completamente de la enseñanza. Su legado como maestra seguirá presente en las aulas del Colegio Cervantes y en el corazón de cada uno de sus alumnos.

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